El cuarto plinto / The fourth plinth
Diferente es eso que hace disruptiva la línea de la monotonía rutinaria que suele dar seguridad. Lo contrario, lo no diferente, confunde a todos los individuos en un gran conjunto de iguales. Lo diferente puede llegar a interpelar.
En esta muestra temporal Marc Quinn utiliza de modelo a Allison Lapper, mujer -artista- que nació sin brazos por efectos de la Talidomida y está representada con 8 meses de embarazo.
Trafalgar Square, es uno de los emplazamientos con más importancia social y política de Londres, la plaza ha sido lugar para ejecuciones públicas; protestas políticas, económicas y religiosas; protestas de libertad de expresión y derechos por el voto femenino, derechos civiles, libertades, descolonización y otras muchas más protestas populares. Todas ellas muestras de activismo político y social desde el siglo XIX. Esta plaza sirve de espacio expositivo para la obra de Quinn, el display son columnas a las que se les llaman plintos (plinth) que exponen permanentemente esculturas representando hombres británicos que de acuerdo a la historia, ganaron batallas para el Reino Unido frente a otros pueblos. Se encuentran así en los plintos 1, 2 y 3 a Jorge IV, rey del Reino Unido; Henry Havelock y Charles James Napier, ambos generales del Imperio Británico, todos muertos. Existe un cuarto plinto que se usa como base para exposiciones temporales y es allí donde se ubicó la obra de Marc Quinn. La obra de Quinn transforma y contemporiza la historia del espacio en el que se ubica. Frente a las esculturas que componen la muestra permanente, entra en contraste la representación de Allison Lapper, mujer, viva y embarazada, ganadora de muchas batallas, la más importante: vivir con discapacidad.
La escultura por su estilo, recuerda el neoclasicismo pero se aleja de él al romper con el canon de belleza de la representación. La selección del material -mármol de carrara- nos lleva a la lectura de un estilo de expresión tradicional -la representación- sin mayor significado que canones de belleza puros. Sin embargo, la intervención de Quinn en el material nos lleva a una interpretación completamente distinta y personal con la escultura que nos entrega.
Esta es una obra que desafía los parámetros de belleza corporal políticamente correctos que la sociedad impone. En ella se aprecia que el escultor intentó percibir y expresar lo bello de la escencia de su modelo logrando exhibir a un individuo diferente a lo que el mundo actual marca como ideal.
El espacio en el que se ubicó la exhibición, al ser público, genera mayor complejidad para ganar la atención del espectador. Es una plaza congestionada por peatones, autos y buses, con una intensidad de ruido y movimiento que sumerge al usuario en un remolino de actividad. Si el individuo actual requiere de estímulos específicos para captar su atención, lograrlo en una plaza como Trafalgar Square no es fácil. Al ubicarse la obra en un espacio público, la relación entre el artista y el público es directa, no hay intermediarios y su alcance es para todos, el público no tiene que entrar en el espacio expositivo porque ya está en él al transitar la plaza.
Partiendo de que la manera como el espectador actual se encuentra con la obra de arte es diferente, este emplazamiento logra generar una comunicación visual y psicológica especiales. “La vida moderna ha sido caracterizada por otro tipo de acercamiento que no es contemplativo, sino distraído, pesado con asociaciones, memorias y comparaciones. Mente y ojo no se sumergen en el objeto, pero en cualquier caso, conectan el objeto con otra cosa.”1 Se requiere de un shock efectivo que pueda colocar su mente en modo conciente al observar la obra de arte. Así como el dadaísmo generando provocación atrae la atención y conciencia del espectador, Quinn ha generado sutilmente, sin llegar a entrar en el estilo de principios de siglo XX, una provocación al presentar a esta mujer que además de llevar consigo una discapacidad está embarazada. Se puede considerar como un grito subversivo a la vida.
Al observar esta escultura, el sujeto la interpreta partiendo de su propia historia, situación y prejuicios, que son necesarios para el proceso de comprensión de la obra de arte. Esto determinará el horizonte de expectativas e interrogantes que se plantee él mismo frente al objeto.
Asimismo, la ubicación de la escultura de Quinn, completando el cuarto plinto, nos entrega una narrativa que cuestiona la definición de poder, presentando a este individuo diferente -Lapper- acompañada por hombres a los que la historia considera héroes, hombres admirables y poderosos para la sociedad antigua y moderna. Como consecuencia frente a esta propuesta podemos preguntarnos ¿quién es realmente poderoso?
Para responder a esta pregunta cabe asomarse al pensamiento de Foucault: “Ha habido, en el curso de la edad clásica, todo un descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco de poder. Podrían encontrarse fácilmente signos de esta gran atención dedicada entonces al cuerpo, al cuerpo que se manipula, al que se da forma, que se educa, que obedece, que responde, que se vuelve hábil o cuyas fuerzas se multiplican.” 2 (Foucault 1998c: 140).
Las esculturas presentadas en Trafalgar Square nos presentan un epistema en el que el poder y la represión están presentes. En contraposición a los tres monumentos de personajes históricos encontramos en la escultura de Quinn a un ser humano que sale de “lo normal”. Un modelo que para la sociedad actual llega a ser molesto, un ser humano sin piernas y sin brazos que no encaja en los cánones de belleza femenino o masculino establecidos, y que además de su deformidad, está en pleno proceso de reproducción.
De acuerdo con Michele Foucault la sociedad actual, la moda y los estereotipos son los que señalan qué es normal y qué no lo es, qué es bello y qué es feo. El modelo estético, adquiere características de moral, de ético, ya que lo bueno, lo moral, se asocia a la belleza. Es un elemento de poder normalizador que uniformiza y quita singularidad al individuo, así lo diferente pierde valor, incluso se convierte en amenaza.
“Adoptando este lineamiento, el cuerpo actualmente se vuelve ya no un “envoltorio”, sino que se erige como un protagonista de las sociedades modernas, una expresión y emblema de libertad, identidad, belleza, salud, prestigio, perfección, etc. El físico pasa a ser una valiosa materia manipulable para la persona que lo encarna. Igualmente, “la ‘subjetividad’ del ‘sujeto’, o sea su carácter de tal y todo aquello que esa subjetividad le permite lograr, está abocada plenamente a la interminable tarea de ser y seguir siendo un artículo vendible. La característica más prominente de la sociedad de consumidores -por cuidadosamente que haya sido escondida o encubierta- es su capacidad de transformar a los consumidores en productos consumibles… ” (Bauman 2007: 26). 3
Así las esculturas hechas en bronce representando dos generales y un rey frente a una escultura en mármol de carrara completamente blanca, nos entrega una narrativa estructuralista en la que Allison Lapper se convierte en una figura que rompe los moldes, los estereotipos marcados por la historia y la política. La rutina, el fluir de la calle, la homogeneidad en la que se confunden los individuos, está representada en los plintos 1,2 y 3 cada una de esas esculturas es como una copia la una de la otra.
Quinn rompe con la línea trazada en el espacio de exhibición con la creación de la escultura en el cuarto plinto. Encontrar la obra en el espacio público siendo parte de la narrativa que envuelve Trafalgar Square desafía los estereotipos de discapacidad usualmente catalogados como trágicos, monstruosos y los hace parte del discurso público e incluso los lleva a debate.
“Como ya decía Hegel en su estética, al desplegar lo que es subjetivo, la obra en su presentación total, revela su propósito de existir para el sujeto, para el espectador, y no por cuenta propia. El espectador está en la obra desde el principio, se cuenta con él, y la obra sólo existe para ese punto, para esa captación individual suya”.4
Es evidente la denuncia que Marc Quinn hace al colocar su escultura en el cuarto plinto de Trafalgar Square y de la que quiere hacer partícipe al espectador. El arte contemporáneo ya no tiene marcos, adquiere una dimensión política y social con alcances propios de la obra y el espacio donde se ubica, así el arte puede ser usado como herramienta de discurso. La escultura de Quinn inmersa en un tiempo y sistemas político y económico en los que la mujer no consigue aún la igualdad de oportunidades ni valoración en relación al hombre, sino que se le sigue encajando en un molde social predeterminado por una sociedad patriarcal heredada y en muchos casos con maquillaje igualitario, Quinn nos expone a esta mujer con nombre y apellido, con una imagen y una vida reales que pueden ser apreciados en vídeos, en fotografías y en redes. Una mujer con una biografía que ella misma expone y de la que existe registro gráfico y literario al alcance de todos por medio de la internet.
Allison Lapper es una mujer que ha logrado sobrevivir y llevar una vida que se sostiene de su propio trabajo como artista, que puede mantener relaciones sentimentales, una mujer “completa” a pesar de no contar con un cuerpo completo. Un cuerpo cuya subjetividad le da la fuerza para suplir lo que la naturaleza no le ha regalado. Una individualidad que el mundo materialista y productivo prefiere ignorar o mantener escondida o hacerla invisible, aunque la realidad es que todo ser humano es diferente y único.
Denuncia a la vez una sociedad en la que el discapacitado es motivo de descarte, una sociedad que pretende esconder o no mirar al ser humano que se considera “defectuoso” por el hecho de no contar con las habilidades propias para desarrollar de una manera eficiente las tareas que la sociedad de producción y consumo exigen.
Foucault muestra que el poder crea y produce realidades. Según su propuesta de pensamiento, el poder inventó al demente, al delincuente o al anormal. En esa línea lógica, podemos encontrar hoy a los viejos, los pobres, los migrantes, los discapacitados, etc.
Esa relación de dominio que Foucault denuncia en la existencia de manicomios, cárceles y otros establecimientos modernos, hoy la encontramos normalizada y aceptada, por ejemplo, en la detección de los llamados “trastornos” en los niños a los que se etiqueta y medica con gran facilidad para convertirlos en seres humanos seriados que cumplan con los requisitos que el sistema exige. Se quiere convertir al hombre diferente en ese individuo homogéneo que se pretende producir encajándolo en un molde pre establecido por el sistema para que ese mismo sistema siga funcionando sin dar problemas.
Todos somos diferentes, todos somos discapacitados, tal vez no como Allison Lapper cuya discapacidad es física, pero cada uno carga con alguna deficiencia emocional o psicológica, cada uno carga con una historia propia y una herencia. Todos tenemos un molde en el que consciente o inconscientemente tratamos de encajar, impuesto por el mundo o por uno mismo. Para hacer uso de nuestra libertad en la vida y fabricar nuestro propio molde debemos ser capaces de reconocer la discapacidad e historia propias. Vivimos en una sociedad que parece ser un sistema que necesita de nosotros como un engranaje que hace funcionar la máquina haciéndonos creer que nuestras decisiones son voluntarias y libres.
Además, Quinn nos presenta a Allison Lapper embarazada de ocho meses, esta situación enfrenta a la imagen contra un mundo moderno que relaciona el embarazo de la mujer con la capacidad de elección y propiedad de su cuerpo frente a la del niño en su vientre. En concreto nos presenta a Lapper con la incertidumbre de tener en el vientre a una criatura sana. Tiene ella realmente libre elección? Es verdaderamente cada uno quien elige libremente, si es el mundo quien impone el molde en el que debemos encajar sin importar que tan diferentes somos unos de otros? O estamos inmersos en un juego donde somos la pieza en el tablero -tal vez el peón- para ser ejecutada en un gambito.
Finalmente, cabe preguntarnos también, que es ser “no diferente”, o quien soy en relación a los otros y los otros en relación a mí y para eso es necesario un encuentro con el otro. Incluso para identificar la identidad personal se necesita de los demás y conocer la identidad significa estar en juego de influencias con otros individuos en un movimiento de ida y vuelta: me definen y me defino con relación al otro o a los otros. Incluso cuando el otro no me mira, se produce una interrelación. Se da la tensión que propone Georg Simmel entre socializar e individualizar. La pregunta que queda por responder es: quién define a quien es “no diferente”? ¿de dónde sale el modelo al que se debe parecer el individuo para que la sociedad no lo considere un “individuo diferente”?
(1) Acedo, Nieves. An introduction to Modern and Contemporary Art Theory. Pamplona, Eunsa 2020
(2) Foucault, Michele 1926-1984. Vigilar y Castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores Argentina 2004
(3) Referencia electrónica
Alexis Sossa Rojas, « Análisis desde Michel Foucault referentes al cuerpo, la belleza física y el consumo », Polis [En línea], 28 | 2011, Publicado el 15 abril 2012, consultado el 29 noviembre 2020. URL: http://journals.openedition.org/polis/1417
(4) Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, La Estética de la recepción desde la teoría platónica del arte. El Basilisco.
http://fgbueno.es/bas/pdf2/bas201b.pdf
Mayor of London. London Assembly. Trafalgar Square https://www.london.gov.uk/about-us/our-building-and-squares/trafalgar-square
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