Ventana
Hace unos días un artículo publicado en LinkedIn por Álvaro Lucas Lerga me hizo reflexionar sobre algo que para mí, como arquitecta, siempre fue un elemento pragmático. ¡Cuántas veces he dibujado una ventana en un plano basándome en la norma o simplemente en la técnica! Y precisamente el artículo, llegó en el tiempo en el que vengo pensando en ello. ¿Cómo algo tan simple como la ventana puede -si te paras y lo miras- ser objeto de tantas consideraciones y tanta potencia? ¿Cómo un elemento en la arquitectura puede ser capaz de engendrar tantas percepciones? Cuatro líneas y un cuadro de vanos dibujados sobre un papel, es lo que se requiere para construir un universo de significados.
La ventana, que es un agujero en un muro en su definición más simple, está compuesta por un dintel en la parte superior, un alféizar en la inferior y dos muros laterales que cierran la figura cuadrada o rectangular. Parece algo simple, ¿verdad? Pues resulta que no es así. Y aquí dejo mis reflexiones. Si pensamos en la habitación, el espacio limitado por cuatro paredes, requiere por normas de diseño y habitabilidad de una ventana. Una ventana que sea proveedora de iluminación y ventilación a quien habita. Es la ventana la que dejará que los ojos vean pasar la luz que coexiste con las sombras. Y la que hará que la piel pueda sentir la brisa, y el olfato los olores que entran de fuera. En estos días la habitación que ocupo abre al campo, es verano y por eso duermo con la ventana abierta, todas las mañanas estoy despertando con el sonido de los pájaros que celebran con sus trinos la llegada de un nuevo día. Por esta y otras posibilidades es que veo en la arquitectura un arte que es capaz de despertar todos los sentidos.
Una ventana te recuerda que estás vivo. Por la mañana deja entrar la luz que te advierte que un nuevo día ha comenzado para ti. Es el ojo de tu habitación, a través de ella tienes permitida la mirada hacia lo que hay fuera de ella. Es una abertura en el muro diferente a la puerta, que permite el acceso y la salida. La ventana, para llamarse ventana, tiene siempre un alféizar que funge como barrera de ingreso o salida y, si la ventana queda muy alta, previene la caída. Una ventana muestra fragmentos del mundo. Cuando vemos a través de ella nuestra mirada es capaz de informar únicamente lo que la vista logra percibir.
Una fotografía y una ventana nos muestran un instante del momento y a la vez, un trozo de la inmensidad del mundo. Ambas tienen la capacidad de ser también un espejo si nos paramos y les prestamos nuestra mirada. Con mirada me refiero a la atención que somos capaces de dar a nuestros cinco sentidos, mente y consciencia. Esa ventana-espejo nos entrega la posibilidad de generar narrativas capaces de interpelarnos.
Alvaro Lucas Lerga presenta un análisis actualizado de una película clásica: La ventana Indiscreta (Hitchcock, A. 1954). No tengo la cuenta de las veces que la he visto, porque han sido muchas, y como cualquier clásico, se actualiza cada vez que vuelves a ella. En su reflexión, A.L.L. compara las ventanas que James Stewart tiene delante con las pantallas de los móviles que lo distraen de lo que tiene en su propio apartamento, nada menos que a Grace Kelly en un camisón de satén. Tomo esta reflexión como punto de partida para completarla con la siguiente: James Stewart, acostumbrado a ver el mundo a través de su lente fotográfico, genera narraciones al mirar las ventanas que tiene en frente. Como si se tratara de sus propios fotorreportajes, olvidando mirar su propia ventana como un espejo. ¿Cuántas veces vemos las vidas de otros mediante el movimiento constante de nuestro dedo índice en la pantalla de nuestro móvil? Otorgamos dos segundos a la imagen y nuestro cerebro inmediatamente genera una narración y un juicio a lo que nuestros ojos ven. Al hacerlo, ¿olvidamos también a la maravillosa Grace Kelly que tenemos en nuestra habitación?
Si asumiéramos que nuestra habitación es nuestra alma y la ventana sus ojos, cuidaríamos más hacia donde abre, y a quién permitimos que mire hacia adentro. Seríamos más conscientes de las imágenes que James Stewart captura con su lente y de lo que queremos capturar nosotros mismos.
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