De niños, cuadernos y creatividad
Ayer fui invitada a la defensa de la tesis doctoral de un amiga y escuchándola detonaron en mi las siguientes preguntas sobre la creatividad: ¿se nace creativo? ¿es un don, es una herencia? ¿nos hacemos creativos? Podemos, si nos lo proponemos ¿ser más creativos? O, ¿es que la creatividad la tenemos, pero se duerme y hay que despertarla?
Mi nieta tiene ahora nueve meses y medio y no sé aún si es que, el paso de los años hace a los abuelos mirar de una manera diferente a los nietos que a los hijos, o es que miro de otra manera porque hace un tiempo que me lo he planteado. Estoy descubriendo con ella muchas cosas que con mis hijos no miré, y creo que lo no hice porque vivía a otra velocidad. Intento explicarme el porque fue así y la respuesta que se me viene es que me impuse tantas obligaciones y tantos moldes, que resté atención a la mirada hacia mis hijos. Ahora, con Emilia, siento que tengo la oportunidad de mirarla, y esa mirada me sirve para cuestionarme y cuestionar lo que tengo a mi alrededor.
Desde que nació, Emilia te hacía saber que te miraba, que descubría el mundo contigo y a través de ti. En estos días, a pesar de que intentamos que gatee como cualquier otro niño, Emilia tiene su propia forma de moverse por el suelo. No le importa que repetidamente la acomodes de otra manera para que lo haga como se debe hacer. Entra debajo de las mesas, a veces la observo hipnotizada tocando y observando un tornillo o sumergida en su mundo alrededor de sus juguetes. Juguetes que se compran en una tienda, o que pueden ser tapas de frascos o corchos de botella que se lleva a la boca, toca, golpea para hacerlos sonar y huele. Se emociona viendo volar a los pájaros, pasear a los perros o descubriendo, en el camino, un árbol o una flor. Verla descubrir el mundo, me ayuda a imaginar como puede ser su mirada en este momento. No dice palabras, pero con sonidos y movimientos de su cuerpo, genera su propio lenguaje y los que estamos cerca a ella lo entendemos o así lo queremos creer. En este momento no entiende de moldes en los que encajar pero imita, imita movimientos, muecas y algún sonido. Además de que percibe perfectamente el estado de ánimo del ambiente y principalmente de sus padres.
Me gusta pensar que la vida nos entrega un cuaderno en blanco que vamos rellenando con nuestra propia biografía. Por ahora, Emilia está rellenando ese cuaderno con imitaciones y experiencias propias, y seguirá haciéndolo a lo largo de su vida. Llega también con libros, compendio editado de los cuadernos que escribieron nuestros antepasados, y complementa esta maleta, el azar, que la ha aterrizado en un contexto social que influirá más o menos en ella.
En este momento no es consciente de si misma y tendrán que pasar algunos años para que lo sea. Por el momento depende de los que la rodeamos para que ese cuaderno se escriba libremente o que necesite de una mano que guíe su trazo. Prefiero pensar que será de una manera libre, que tendrá borrones pero también muchos colores. Pero sobre todo, será un libro único, que no se parecerá a ninguno porque su autora será consciente de los compendios que lleva en la maleta y de lo y los que la rodean cuando escriba en él.
Volviendo al cuaderno en blanco, todos tenemos uno, y si estás leyendo esto, el tuyo ya no está nuevo. En la medida que nos quedan años por delante, deberíamos tener páginas en blanco también. Reflexionar sobre cómo las vamos rellenando me lleva pensar en la creatividad. Ser conscientes de esa página en blanco y mirarla como la mira un niño. Verla blanca, conocer su textura y su olor, y tratarla siempre como si fuera la primera vez, con paciencia y cariño considerando las millones de posibilidades. Pienso que ese es el punto donde se inicia la creatividad.
Y pienso que la creatividad está en todos y cada uno la aplica en sus páginas en la medida que las ve blancas sin moldes, sin líneas de trazo, sin cuadrícula. Pero, que miedo da enfrentarte a la página en blanco, ¿verdad?
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