¿Se puede vivir en un mundo polarizado?

 


Muñoz, Juan. Escena de conversación (Hirshhorn) 1995

Últimamente ha estado resonando en mi la palabra "polarización". Hace un par de semanas asistí a una conferencia sobre el tema y mi mente no ha parado de pensar. ¿Será que el ser humano desde siempre ha vivido polarizado? Yo digo sí, tú dices no. Yo digo blanco, tú dices negro. ¿Es humano esto de la polarización? Que cada uno piense diferente, hasta llegar a extremos, no me suena raro. Defiendo, y me queda muy claro, que somos seres singulares y que nuestro pensar y actuar debe responder a nuestra propia convicción. Cada uno tiene el deber de conocer y reflexionar antes de decidir y tomar acción. Reflexión. Hoy no hay espacio ni tiempo para ella, en consecuencia, la reacción cargada de emociones sin control ha tomado el poder. 

Desde el primer momento en el que vemos al otro buscamos en nuestro registro mental una etiqueta que le pueda encajar. Esa etiqueta que pegamos en las ideas del otro nos carga de prejuicios que no nos dejan escucharlo. Las ideas preconcebidas nos impulsan a escuchar para constatar su error o para contestar y a una velocidad que no nos permite dar una opinión con una previa reflexión. Reemplazamos el pensamiento propio por posicionamiento, ganar, tener éxito en la discusión es lo que buscamos, muchas veces sin ser conscientes ni del otro ni de nosotros mismos. Son en ese momento nuestras emociones más básicas las que se permiten despertar sin control. Bloqueamos argumentos y nuestra propia capacidad de entender. Y este ejercicio se recrudece si nos encontramos frente a una pantalla, donde no vemos caras, donde no percibimos al otro, donde todo es pulido y frío. Frente a la pantalla de scrolling infinito, nuestro cerebro humano le deja rienda suelta al hombre primitivo, a ese que reacciona sin más porque se siente atacado o en peligro. El scrolling infinito es ese que con el movimiento de un dedo nos da información a una velocidad que nuestros ojos no son capaces de posarse para ver y dejamos que nuestra imaginación rellene los blancos que va dejando esa falta de visión. Así la información es desinformación y la comunicación, hostilidad. Y al sentirte en peligro, buscas al grupo que pueda protegerte, a los que crees que piensan como tú, a la información que tu mente ha rellenado con el placer que te da la dopamina. Eso te da seguridad, pero pasa pronto, porque al final tú tampoco sabes quien eres o que quieres y muy probablemente tampoco sabes en que crees. Esa falta de identidad te lleva a perder el carácter valioso que te da la singularidad de ser tú.

Pausa y atención, bajar la velocidad. Detenerte para mirar. Mirarte. Mirar al otro. Mirar al mundo. De ese modo podrás reflexionar sobre lo que miras sin que te lo cuente la pantalla que, en tu mano que ha secuestrado tu atención. La miras no menos de 80 veces al día. La pantalla manipula tus emociones y con tu atención en ella, tu cerebro se detiene -deja de pensar- no menos de 3 horas diarias.

Si la polarización es la tendencia a dividirse en extremos opuestos, reduciendo los puntos intermedios o las zonas de encuentro, ¿que tal si con nuestra propia mirada -recuperando la atención y generando pausas-  creamos esos matices de gris que hacen falta para COMPRENDER al otro?

Comentarios

Entradas populares