El fuego da calor, pero a la vez quema; ilumina, pero a la vez deslumbra.




Dos grandes cubos - 5 metros de lado- de madera quemada en un salón despiertan nuestro asombro y curiosidad. Están quemados de manera que vemos la superficie negra como el carbón, sin embargo ambas estructuras se perciben hermosas. El fuego que ha quemado su superficie ha proporcionado a la madera propiedades ignífugas e impermeables. Al entrar en el espacio que los acoge eres capaz de ver sólo un gran objeto, el otro lo vas descubriendo a medida que cambias tu propia perspectiva. De esta manera, Iñigo Maglano-Ovalle, nos invitaba hace 10 años a reflexionar sobre el cambio climático, el carbón en el ambiente, el territorio y el habitar. Era la primera exposición temporal que ofrecía el Museo Universidad de Navarra al abrir las puertas de su edificio diseñado por el arquitecto Moneo -otra obra de arte expuesta-. Territorio, habitar, cambio climático, son problemas que suscitan en nosotros interrogantes frente a nuestra propia existencia. En el tiempo que ha transcurrido desde aquellos días de enero 2015, habrá quienes probablemente al salir del Museo y visitar esa exposición, estudiaron el carbón, la polución ambiental y sus efectos, y más temas científicos. Otros lo habrán hecho desde ramas como la filosofía, sociología, antropología. Los arquitectos e ingenieros seguramente habrán investigado sobre métodos de tratamiento de la madera para la construcción. Podríamos decir que esto justificaría la existencia de un museo universitario de arte contemporáneo, solo que de esa manera estaríamos viendo al arte como un fenómeno exclusivo para los académicos, los investigadores, los que saben.

El arte no hace esas distinciones, es más, exige que lo encuentres con una actitud humilde y en modo ignorante. Una obra de arte ofrece, a quien le entrega su atención, una perspectiva crítica. Muchas veces se presenta incómodo y tal vez genera en nosotros un momento de confusión. Si al encontrarnos con la obra de arte, paramos y le prestamos nuestra atención, despertará nuestra mirada y una primera pregunta detonará nuestra mente -¿qué es lo que estoy viendo? Si aceptamos el reto de dar respuesta, probablemente abriremos la puerta para que se genere una crisis de identidad en nosotros. Entrarán en juego nuestras creencias, aprendizajes y memorias con algo que las contradice. Y si continuamos con el juego, pasaremos por instantes de oscuridad y hasta sentiremos miedo, y esta acción de acercarnos a nuestras sombras nos permitirá escuchar a nuestra consciencia (alma, corazón, espíritu), donde probablemente estén las respuestas, la intuición, la creatividad y la magia. Las cabañas de Manglano-Ovalle nos llevaron a entrar en cada zona de nuestro propio territorio hasta llegar a esa habitación propia en la que sólo tú eres admitido, donde está tu propio fuego. Hoy, ayer y mañana, con cada propuesta artística, el Museo te invita a aceptar el juego del arte y a entrar en tu habitación.

Probablemente, hace diez años, te quedaste con la única pregunta que la obra de Moneo nos dejó porque no entraste, ni has entrado aún, a mirar lo que hay dentro del edificio -¿por qué o para qué un museo? Ahora que te he dado una pista, ¿entramos al Museo?


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